sábado, 27 de noviembre de 2010

EL BARROCO FRANCÉS

La época barroca en Francia por excelencia es la segunda mitad del siglo XVII cuando se erigió la ciudad palacial de Versalles. El Barroco en Francia es bastante peculiar puesto que al contrario que en otros países como Italia o España, en Francia estuvo regido principalmente por el poder secular tanto de la monarquía absoluta en su pretensión de centralizar su poder y dar evidencias de su magnificencia y gloria como de la aristocracia y la burguesía. Con ello se puede observar que desempeña la doble función de impresionar y transmitir contenidos ideológicos dirigiéndose al sentimiento de la persona. Este arte al ser secular es cortesano y por eso abundan las obras civiles cuyos edificios típicos son el palacio y las plazas.

Otra característica intrínseca del arte Barroco francés es la constitución de academias. Ahora el aprendiz encuentra sobrados medios para su instrucción, pero por otro lado se ponía fin al predomino de los talleres particulares. Se produce una codificación y reglamentación de las artes cuya consecuencia es que el artista sea más culto; ya no sólo conoce la profesión, sino el fundamento, la estética y la doctrina. Por lo tanto, podemos decir que la nota dominante de todo este arte más que su profusión decorativa es su severo clasicismo. La construcción será más racional, dominando líneas rectas frente al mundo de lo curvo que prevalece en otros países. La Academia, sin embargo, ejerce una dictadura donde el arquitecto no podía transgredir la normativa de los griegos y renacentistas.

En cuanto a los edificios:

- Las iglesias se construyeron muchas pero no de tanta profusión como en otros países, se caracterizan sobre todo por sus cúpulas dando así sensación de verticalismo. Ningún país ha prestado tanta atención al desarrollo de las cúpulas.

- Reyes, nobles y burgueses se construyen palacios constituidos por un cuerpo alargado y dos alas hacia el jardín formando escuadra, los techos con cuerpos prismáticos y de gran altura y se abren buhardillas (invención de Mansart). Palacios destacan principalmente por su horizontalidad.

- El urbanismo tiene un gran desarrollo: amplísimas plazas, impulso de la jardinería, arcos del triunfo y columnas conmemorativas…

PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII

En este período se produjo una gran actividad constructiva, sobre todo en iglesias jesuitas. Sin embargo predomina la severidad porque no se decora su interior.

François Mansart dio los planos para el monasterio de Val-de-Grâce, conjunto horizontal con dos alas y sobresale la cúpula. Jaime Lemercier, arquitecto preferido de Richelieu, ideó el plano de la Iglesia de la Sorbona, levantada sobre un vasto tambor y con una elegante cúpula.

Salomón Brosse erigió el Palacio de Luxemburgo en Paris, en el que María de Médicis quiso igualar a las Tullerías de Catalina de Médicis y pidió a Florencia los planos del Palacio Pitti que sirvieron a este arquitecto para levantar la fachada del jardín usando el almohadillado florentino. El edificio es francés por la profundidad de las alas y el gran énfasis de las techumbres.

Los nobles y burgueses mandan construir en las proximidades de París grandes mansiones de cuerpo alargado y dos alas en escuadra, fachada principal que mira hacia la calle y la trasera al inmenso jardín. Generalmente tienen dos pisos y una techumbre muy inclinada.

Por otro lado en el urbanismo se configura la Plaza Real: conjunto de viviendas sometidas a una traza común, dando la sensación de un solo edificio, en el centro se coloca una estatua del rey tipo ecuestre. Esto sería una manifestación del centralismo y absolutismo

SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII

Luis XIV hizo impregnar de un carácter más monárquico a las artes, basándose en las academias para fiscalizar toda la actividad artística. Al comienzo de su reinado se preocupó por la ampliación del Louvre, pero su ambición estaba en Versalles. Quería amueblarlo y ampliarlo porque allí quedaba con su amante mademoiselle de La Vallière. Finalmente en 1668 decidió engrandecer el palacio para fijar allí su residencia y a la Corte. Pretendía levantar nuevos edificios para él y sus ministros y unirlos en un mismo conjunto.

Por otro lado, Mansart levantó también la Place de la Vendôme, en la que todas las casas se conjuntan formando una especie de edificio colosal, con la estatua ecuestre de Luis XIV en el centro. La Iglesia de los Inválidos, acabada por Mansart también, se levanta sobre la masa horizontal del edificio originario, de aire civil y de dos pisos. Sobre doble tambor se levanta airosa la cúpula engalanada

EL PALACIO DE VERSALLES

Hacia finales del siglo XVI y sobre todo durante toda la primera mitad del siglo XVII prácticamente Versalles no era más que un bosque en el que se levantó un pequeño e insignificante –comparado con lo que luego se construirá- pabellón de caza. Con el tiempo fue convirtiéndose poco a poco en el núcleo sobre el que se edificaría todo el conjunto arquitectónico y la ciudad que pasaría luego a ser capital de Francia. Este palacio simboliza el poder de la monarquía absoluta de origen divino y consiguientemente su propaganda política.

El arquitecto Leroy fue quien erigió el primitivo Versalles de Luis XIII. Se trataba de una construcción muy modesta de ladrillo, piedra y tejado de pizarra. Tal edificio constituiría el centro “enmascarado” del conjunto actual. Luis XIV en 1668 decidió empezar a amueblarlo y acondicionarlo al gusto y dignidad de un rey elegido por la gracia de Dios, para ello eligió a Luis Levou para la ampliación y a Lebrun el decorador para la Escalera de los Embajadores.

En 1678 se convierte en sede del gobierno, sin embargo Luis XIV aún está insatisfecho y pide una tercera ampliación. Esta vez el arquitecto designado es Luis Hardouin Mansart, quien añade dos alas muy prolongadas que dan al edificio la extensión de 580 metros y terminando el núcleo central.

En el exterior del edificio central hay dos fachadas, una que mira hacia el centro urbano y otra hacia el jardín. La fachada se divide en tres niveles: un basamento a modo de zócalo, el principal caracterizado por la alternancia de columnas pareadas y pilastras que enmarcan grandes ventanas y un ático coronado por una balaustrada y estatuas sobre las pilastras. Tiene una concepción clásica sobria y majestuosa en la que predomina la armonía y la horizontalidad frente a lo curvilíneo del Barroco.

El interior tiene un sinfín de habitaciones, salones, dependencias e incluso edificios anexos, como el caso de la Capilla. La Capilla, con cabecera semicircular, alzado gótico y tres naves, posee una tribuna que se extiende en derredor del templo. Paradójicamente, Luis XIV escuchaba misa desde la tribuna y frente al altar mayor mientras que sus súbditos estaban debajo, mirando hacia él y de espaldas al altar mayor. Posee un cuidadoso estudio de la luz y hermosos frescos.

La decoración interior fue dirigida por Charles Lebrun, cuyo mejor acabado se contempla en la Galería de los espejos. En la Galería de los espejos se asume el máximo refinamiento artístico, flanqueada por el Salón de la paz y el Salón de la guerra se abre una galería con bóveda de cañón dividida en arcos fajones y decorada con pinturas sobre hechos gloriosos del rey. Los grandes ventanales exteriores se corresponden con espejos interiores que reflejan la luz y crean un efecto lumínico en el que la sala se funde con el paisaje exterior. Dichos espejos se enmarcan en pilastras de mármol rojo y basas y capiteles de bronce dorado.

Versalles en conjunto comprende cerca de 800 hectáreas pues no sólo está formado por el Palacio, sino por un inmenso jardín, un gran canal, numerosos palacetes y el Poblado de María Antonieta. Mansart también erigió la Ménagerie (Casa de las fieras), L’Orangerie (invernadero de plantas exóticas) Grands et Petites écuries (caballerizas), Grand Trianon.

En sus jardines se sitúa el adecuado complemento, pues se trata de una obra arquitectónica anexa con avenidas, plazas con estatuas y cascadas, etc. Es a Le Notre, paisajista, a quien se le atribuye esta arquitectura ajardinada llena de simbolismo, iniciándose con una configuración geométrica y acabando con la libre naturaleza explotando también el potencial del agua.

SIGLO XVIII: ROCOCÓ

El siglo XVIII supone el auge de la burguesíay su pretensión de mostrar el gusto y la exquisitez de vivir. Se trata de un arte más doméstico y de interior, con formas graciosas en el mobiliario, colores claros en telas y pinturas, ambientes de ensueño… El exterior sigue con la misma frialdad clasicista, puesto que la decoración sólo se centra en el interior.

Éste es el estilo rococó o rocalla, una decoración fluyente, movida asimétrica y anticlásica. Tiene una fuerte influencia china, dragones, vegetales, estanques… Los mayores exponentes son Meissonier, Oppenard, Germain Boffrand y Robert de Cotte.

Destacan el Hotel Soubisse de París, la Galería dorada del hotel la Vrillière, Hotel Biron de París, entre otros ejemplos. La Plaza de la Concordia de Jacques Gabriel supone un puente entre el rococó y el neoclasicismo. Comunica las Tullerías y los Campos Elíseos y en el centro se situaba una estatua de Luis XV donde hoy está un obelisco. Flanqueándolo, un muro de orden colosal colocado sobre un basamento y coronado por una balaustrada.